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Guía de Atenas : la Plaka

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Es un barrio del siglo XIX y el de mayor encanto de esta ciudad, está situado entre el cerro del Akrópolis y la amplia Avenida Siggrou, y se extiende hasta  Monasteraki, sin que podamos diferenciar cuando acaba un barrio y empieza el otro ya que ambos forman en conjunto el corazón turístico de Grecia. Para llegar a las islas o cualquier otro destino los visitantes en general se detienen una o más noches en la capital y no hay quien no llegue por aquí para cenar o disfrutar del shopping.  Plaka quiere decir algo así como “buen humor” o “buena vibra”, sus calles son muy estrechitas, repletas de tabernas típicas donde tanto residentes locales como visitantes se regocijan con la buena mesa del país, muchas de ellas ofrecen música en vivo, no hay nada mejor que escuchar algún sirtaki mientras probamos las delicias de la gastronomía griega. Ellos dicen que si eres patriota no puedes faltar los viernes por la noche a la taberna, así que suelen llegar en pandilla de amigos o con toda la familia.

Gustan acompañar los entremeses con “Chípouro” (aguardiente seco y siempre muy frío), o también con “Ouzo” (el anisado local); además tienen una incalculable oferta de vinos generosos provenientes de todas las regiones para cuando llega el cordero asado. Al primer ouzo ya están todos cantando y bailando entre las mesas, y los demás comensales que siguen comiendo aunque ni se conocen entre ellos los acompañan coreando y palmoteando dándoles ánimo. Lo de la pila de platos blancos que vuelan para estrellarse contra paredes o pisos es totalmente cierto, soy testigo, aquí mismo en la Plaka, pero es únicamente cuando se celebra un matrimonio o algún festejo en particular, y son varias las pilas de platos rotos que tiene que pagar el dueño del santo.

Al margen de las calles y plazoletas principales donde se concentra el jolgorio y un sinfín de tiendas de souvenirs, la topografía de toda la zona está conformada por pequeñas colinas surcadas de callecitas asimétricas que se entrecruzan con escaleras o minúsculas plazitas. A escasos minutos del núcleo turístico: la paz absoluta, la otra cara de la Plaka, un ambiente residencial y pueblerino, un laberinto de callejuelas que nos hace cautivos del trino de los ruiseñores, el aroma de las higueras, el fuxia de las buganvilias y el maullido de gatos.  

Entre las tiendas de ropa y joyerías de cuando en cuando vamos a encontrar algún que otro anticuario o librero viejo, en los grabados antiguos que exponen en sus vitrinas podremos verificar que hasta comienzos del siglo XIX toda el área que rodea el Akrópolis estaba completamente vacía, y la razón es porque estaba prohibido construir nada a los pies del sagrado cerro por ser zona arqueológica protegida, con visos a ser explorada. Hay un minúsculo barrio pegado a la Plaka, se llama Anafiótika. La historia es que cuando el rey Oton I decidió remodelar la capital, al hacerle el encargo a su arquitecto favorito le otorgó un permiso especial para que se construyese una caseta o retiro a los pies del Akrópolis, a fin de que pudiese descansar mientras que desde su cumbre supervisaba la obra de toda la ciudad. Fue así que este arquitecto fue trayendo poco a poco a su familia y paisanos desde la isla Anafiótika. ¡Es precioso! Callecitas de un metro de ancho y escaleras que suben hasta la cima, casi la espalda del Partenón. Casitas enanas, todas blancas, con sus puertas y ventanas azules, y plantas y gatos y flores por todos lados. Poco a poco fue naciendo a su lado el laberinto de la Plaka, con sus casas altas y elegantes de estilo neoclásico, quién sabe los tesoros arqueológicos que oculta el suelo que piso cada vez que recorro este fantástico lugar.

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