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La residencia de Poseidón II, por Elvira Roca-Rey

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Foto: viajesagreciataranna.com

Hace unos 5.000 años ya habitaban aquí los hombres de la Edad de Bronce y parece que desde entonces hasta nuestros días la sacralidad del área se hubiese mantenido intacta. Durante el Periodo Arcaico (s. VII AC.) en este cabo que preside la mística unión de los dos mares se rindió culto a los Kouroï, estas magníficas estatuas de hombres jóvenes desnudos nos dan siempre la impresión de que van a dar un paso adelante. Las figuras de estos colosos hieráticos llamadas “Kouros” o “Apolón” que representan la belleza masculina,  eran colocadas al pie de las tumbas de los aristócratas o también como ofrendas votivas al dios Apolo y datan de cuando los griegos mantenían estrecho contacto con Egipto. En este periodo se erigió el Primer Templo, el que fuera destruido en el año 480 AC. por los persas (que casi destruyeron toda Grecia durante las Guerras Médicas). Sobre sus ruinas - en al 44 AC. - se reedificó el templo que aún podemos contemplar, aunque no todos lo hacemos con veneración. Constato con horror que una mayoría de turistas llegados de todos los rincones de la tierra comparten una idéntica actitud, insensata y profana: ni el divino Mar Egeo, ni siquiera el sol son capaces de admirar con sus propios ojos, cientos de autómatas pasando por delante de este soberbio oratorio sin detenerse como no sea para tomar fotos. Ante nada se extasían, todo lo miran a través de la pantalla de sus celulares, qué viaje tan inútil el suyo, me pregunto si tal vez en sus casas se darán el tiempo para revisar las fotos. 

Mientras tanto sigo estática como mascarón de proa, sentada en la misma peña, en la mera punta del venerable promontorio. Desde mi lugar privilegiado frente a las islas Cícladas descubro en lontananza la nave de los argonautas que cruza frente mis ojos asombrados, aunque nadie más que yo la pueda ver. Durante el periodo clásico se organizaba un festival de carácter ritual en esta pequeña playa, cada cuatro años zarpaban desde el embarcadero los sacerdotes en una nave sagrada al igual que se hacía en la isla de Delos, al declinar la religión olímpica éste fue cayendo en decadencia. Insisto en hacerle recordar al lector que el episodio más significativo de la Grecia antigua fue cuando sus astrónomos, matemáticos, médicos y filósofos fueron a estudiar a Egipto y se quedaron con los sacerdotes viviendo durante décadas en los templos, fue a partir de entonces cuando esta cultura dio el gran salto que la llevaría a alcanzar uno de los pináculos de la historia universal. Especulo que la ceremonia de la barca sacrosanta de Cabo Sunio debe de estar íntimamente conectada con el viaje mítico del egipcio Ra, el dios solar que atraviesa la noche navegando por el inframundo. 

Más abajo, los atenienses fieles a su diosa le habían erigido también a Atenea dos pequeños templos en los que imploraban su protección contra las iras del dios marino antes de embarcarse, Atenea sólo tenía que desplazarse 400 metros para interceder ante su análogo en favor de sus protegidos. 

Construido con el material marmóreo de las ruinas del primer templo, “Sounion, punto sagrado de los atenienses” (La Odisea c.278), alojaba la estatua del dios Poseidón empuñando su tridente rodeado por una columnata de más de 12 m. de altura, 13 formidables columnas laterales X 6 en ambos frontis, la mitad de las cuales aún se mantienen erguidas. Se accedía al monumental santuario por la entrada NE, a lo largo de los pórticos se extendía un hermoso friso representando la alegoría de la batalla de los centauros contra los lapitas; de la rebelión de los gigantes contra los dioses del Olimpo; de las hazañas del héroe Teseo; de la victoria de los griegos sobre los persas; y además otra alegoría sobre la superioridad de la democracia ateniense en los tiempos del gran Pericles comparándola con la decadente monarquía entonces aún reinante en el Este.    

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