Territorio: gentrificación, especulación, oportunismo y otras perlas del Callao
Más rápido que un bólido con lunas polarizadas surcando la Costa Verde por su tercer carril, a Lima le crecen protuberancias, apéndices y pústulas por todas partes, el bicho está mutando. Algunos saben saben en qué, pero no lo dicen, los demás, asistimos como público estupefacto a una especie de fantasía al estilo de Terry Gilliam, en la que surgen pistas aéreas de la noche a la mañana, desaparecen árboles centenarios y casonas históricas, se dilapida playas y se exterminan olas. Algunos protestan, otros se enteran cuando todo está consumado, otros, más pragmáticos, ven en todo esto una reluciente oportunidad.
Lima no es la primera ciudad en donde la renovación urbana se impone de manera precipitada e inconsulta. A nivel barrial, existen numerosos casos: Wynwood, en Miami, Williamsburg, en Brooklyn, Prenzlauerberg, en Berlín, Malasaña, en Madrid, etc...En todos los casos se repite el mismo patrón: zonas económicamente deprimidas en las que un inversor o un lobby encuentra potencial. El más reciente y premeditado caso en Lima es uno del que ya muchos han escuchado, y del que a partir de ahora oirán incluso más, gracias a un articulo recientemente publicado en The Guardian, que incorpora el soplo de alguna periodista (quién habrá sido) que no se resignó a la negativa de los medios peruanos a hablar del caso como algo menos que la salvación del pobre Barrio de Castilla por los heroicos artistas y empresarios, venidos de tierras lejanas para civilizar a esos chalacos bárbaros. Suenan las campanas de la colonización.
La zona monumental del Callao, es también conocida como Barrio de Castilla, especialmente en el área que se encuentra delimitada entre el puerto, la Fortaleza del real Felipe y la Plaza Grau. Es allí donde Fugaz monta su base, más específicamente en una de las muchas casonas adquiridas por el empresario israelí Gil Shavit. A lo mejor les suena este nombre, pero no, no se trata esta vez del socio de Maiman y Pollack, aquel que se viera implicado en la gestión irregular de los aviones MIG adquiridos ilícitamente por el gobierno de Fujimori, sino de su emprendedor hijo ¿Armas de guerra, hemos dicho? La postal del rescate social empieza a enrarecerse.
Gil Shavit Jr. se mostró amable y receptivo ante mi solicitud de entrevistarlo como la cara invisible detrás de la labor social. Solo cuándo empecé a preguntar a cerca de sus otros negocios (¿es que acaso tiene algo de malo querer visibilizar de dónde proviene el dinero de una inversión con semejante impacto urbanístico?), el señor Shavit se convirtió en un ser evasivo y fantasmal. En el fondo, quizá sensato no enfocar todo el protagonismo en su persona, después de todo él es tan solo un agente más dentro del mecanismo de un proceso enorme y en el que Fugaz, proyecto de “barrio creativo”, parece cumplir la función de allanar el terreno para algo mucho más grande, algo muy, muy lucrativo.
Mientras tanto, Fugaz se presenta así: “convertiremos al Callao Monumental en un espacio con una forma distinta de vincularnos entre nosotros y con nosotros” y sigue: “Para que nuestra comunidad eche raíces y la creatividad de quienes se nos sumen no tenga más límites que los que puedan romper con su esfuerzo, en Fugaz nos hemos propuesto encargarnos de que quienes se unan a nuestra familia tengan residencias en donde vivir y oficinas para trabajar y crear. Que tengan restaurantes, bares, cafés y galerías para tener experiencias nuevas.”
Gentrificación para dummies
Para lavarle la cara a una zona (y esto es una fórmula internacional) el primer paso es pintar murales, sí, esos mismos que Castañeda mandó borrar a brochazo limpio, ahora se convierten en el estandarte del rescate del Callao Monumental de las garras de delincuencia y la ruina económica. Luego vienen los productos ecológicos, los restaurantes gourmet, las galerías de arte y las bicicletas. Hasta ahí pocos osarían posicionarse, porque ¿quién está en contra de las bicicletas, la cerveza artesanal y el arte? Las preguntas que exponen los más críticos de la gentrificación, este fenómeno urbano con el rápidamente nos estamos familiarizando, suelen ser: ¿cuál es el precio de ese “confort“ y quién tiene que pagarlo?, pero más aún, concebir los barrios y las ciudades como mercados libres tiene un problema, y es que el principio base del libre mercado es la competencia, entonces: los fuertes se quedarán dentro y los débiles se mudarán...¿a dónde? Pero esperen, porque nadie en Fugaz ha dicho todavía que el Barrio de Castilla se esté concibiendo como un mercado por explotar y nada más. Artistas y galeristas se han apuntado, junto a numerosos restaurantes gourmet y tiendas de lámparas de diseño a la misión recuperadora y aportan con talleres de pintura y otras asistencias. Talleres y residencias, también han sido repartidos entre jóvenes y no tan jóvenes de procedencia barranquina.
¿Alguien preguntó qué es lo que de hecho ya estaba ocurriendo en el barrio a nivel organización? ¿Qué es lo que desean los locales que su barrio desea y cómo conseguirlo? A nadie le ha parecido necesario cuando ya existe una larga lista de artistas, empresarios y comisarios barranquinos dispuestos a señalar qué es lo que le conviene al Callao.
En efecto, el rol del arte en la redefinición del Barrio de Castilla se presenta como central. El curador Rodrigo Quijano, lleva ya bastante tiempo analizando la crisis de lo público: “Desde el autogolpe del 92 y su Constitución del 93, existe un consenso pro negocios privados impuesto entre el estado y la gran empresa, dirigida directamente en contra de la noción de lo público, cuyas consecuencias extremas están en cientos de conflictos sociales tanto a nivel rural, como Conga, por ejemplo, y a nivel urbano, como en la toma del by pass de la Av. 28 de Julio o el tercer carril de la Costa Verde que bloquea el uso del espacio público. En cuanto a los artistas y la función que cumple ese factor en la nueva “ciudad creativa” chalaca solo se puede decir (no obstante todas las honestas intenciones posibles) que son la pieza más débil del escenario. La escena del arte contemporáneo en el Perú es una de las más privatizadas de la región y eso va directamente en contra del rol del artista mismo y la reproducción de su trabajo. El estado no interviene, ni apoya, ni estimula; la gestión pública es virtualmente inexistente, la academia también está ausente, y es una escena que se sostiene en base a los excedentes de capital del sector primario y que se ha convertido en una pieza adicional del lujo y la elitización que caracterizan el mundo de lo privado en contra de lo público”.
Viva Las Vegas
El elemento social es también un eje en la interpretación urbanística del arquitecto Gary Legget: “Cuando uno habla de gentrificación suele referirse a un proceso de desplazamiento económico de una población original por una población de mayores recursos. El término ya tiene una carga negativa. Esto no quiere decir que todo proceso de transformación urbana, donde los costos de propiedad y arrendamiento tiendan a subir y aparezcan nuevos servicios, sea necesariamente un proceso desfavorable para la población original. (...) “Gentrificación positiva” vendría a ser un proceso de capitalización urbana que no desplaza a los residentes originales. Pero para que eso suceda, hay que tomar ciertas medidas, poco populares en un país donde el mercado siempre tiene la última palabra, para controlar que los precios de algunos inmuebles (especialmente con respecto a alquileres) y de ciertos servicios y productos básicos, no lleguen a ser prohibitivamente caros para los residentes originales.”
Entre los residentes originales a los que podría referirse el arquitecto, se encuentra Irvin, también conocido como Alex (20 años), quien se desempeñó como “ayudante de seguridad” en “Hoodz”, la rave de 70 soles que organizó Fugaz ad portas del Real Felipe: “En el barrio estamos muy contentos con las mejoras que se están haciendo, lo que más faltaba aquí era trabajo, ahora salen cachuelos de pintura, de seguridad, de mozo, de limpieza y esperamos que más adelante haya más”. Si bien el sentido de oportunidad se empieza a despertar entre los locales, para algunos no deja de resultar desequilibrado y hasta grotesco que, mientras dineros de toda índole ingresan a las arcas municipales chalacas desde la aprobación de la ampliación del puerto, la inminente concesión del Aeropuerto Jorge Chávez a Dubay Airports y la construcción de un túnel subterráneo de 960 metros que responde a la renovación del último, los habitantes de los vecindarios más olvidados de la mano de las instituciones públicas asuman que su única posibilidad de progreso es encaramarse al primer puesto trabajo no calificado o al famoso “chorreo”. Los hechos, sin embargo, apuntan a que quizá dentro de no mucho queden pocos vecinos que puedan beneficiarse de la reactivación de la zona. Basta un ejemplo, los sesenta mil habitantes de once asentamientos humanos, incluidos los famosos Barracones, no solo no llegarán a ver mejoras en sus condiciones de vivienda gracias al fortalecimiento de la economía chalaca, sino que ya han sido desalojados para que en los terrenos que antes ocupaban se lleve a cabo la construcción de un complejo hotelero y turístico. ¿Alguien dijo zona franca? Puerto, droga (no en pequeñas cantidades como esos paqueteros de poca monta de los Barracones, sino hablemos de narcasos pues, escala casino, escala emporio hotelero), fiestas electrónicas, especulación inmobiliaria ¿es este el futuro diferente al que se refieren los santurrones textos informativos de Fugaz?
Las declaraciones de Felix Moreno, gobernador regional del Callao, despejan cualquier resquicio de duda a cerca de las prioridades urbanísticas: "Vamos a cambiar el giro en esa zona del Callao donde habrá un emporio turístico, edificios, hoteles y casinos, acompañados con jardines y lugares de esparcimiento".
El caso del Callao se muestra entonces como una cuestión emblemática, ya que ocurre en un entorno aislado y regido por leyes distintas a las de Lima pero, señalan Quijano y Legget quizá no se trate solo de una oportunidad de lucro, sino también de discutir las diversas formas en que el estado interviene en el destino de las condiciones de habitabilidad de la ciudad o, caso contrario, delega completamente este poder en el mercado. En palabras del arquitecto: “El desarrollo inmobiliario, bien encaminado, puede fortalecer comunidades existentes y servir de aliciente para que nuestros municipios se conviertan en instituciones menos pasivas y opacas, más ágiles y consecuentes. Vivimos en una ciudad que le ha perdido fe a las instituciones públicas—y a veces no nos faltan razones—pero si queremos construir una mejor ciudad, no una ciudad de intereses puramente privados, no basta con embellecer un distrito y llenarlo de artistas, hay que fortalecer las instituciones que la administran.”
La amable opinión del reputado urbanista y arquitecto Gary Legget en cuanto a las instituciones atiende a una interpretación a cerca de lo que podemos entender por ciudadanía, es verdad, pero cuando hablamos de gentrificación ¿hablamos solo de ciudad? Existe aquí una oportunidad (otra vez esa palabrita) para hablar de algo mucho más vital, mucho más grande. Cada vez la palabra “territorio” tendrá más importancia, sobretodo en un país con una historia y presente de colonización como el nuestro. Así pues, quién decide sobre el territorio? ¿Quién tiene derechos sobre la tierra? ¿Quién paga por ella o quién lA trabaja, lo conserva para todxs y no le pone muros ni vallas? ¿Qué es lo privado? ¿Qué es lo común? Plantearnos estas preguntas nos enfrenta de bruces con el problema fundamental de
Marca Perú en este momento, el del extractivismo. Y es por eso que los medios se rehusan a hablar de gentrificación, porque pensar en ello nos lleva inevitablemente a pensar en procesos similares, pero mucho más salvajes, que están siendo llevados a cabo, con coste de vidas humanas, en Cajamarca, en La Libertad, en Iquitos. Pensar en gentrificación nos lleva inevitablemente a pensar en colonización, nos hace quedar como saqueadores, como oportunistas, como ladrones y claro que no, no queremos pensar que somos eso.