La siguiente traición de los tesalios a la gran confederación de estados aliados de Atenas fue su pacto con Esparta, y entre ellos tenemos al tirano Licofrón, padre del jefe de los argonautas, el paladín Jasón. Este último sometió a la capital Larisa, a Fares y Farsalo, y a todas las demás ciudades, mas al tirano no le bastó esto, se alió también con los macedonios, lo cual trajo consigo la conquista de su paíspor Filipo II, y más tarde del resto de Grecia por su hijo Alejandro Magno. Luego de estos complicados entreveros de victorias y derrotas por parte de persas, tebanos y macedonios sobre la vasta llanura de Thessalía, como si no hubiese sido suficiente todo lo sufrido por este pueblo, llegan triunfantes los centuriones romanos al mando del emperador Augusto. Varios siglos después tuvieron aún que resignarse al paso devastador de las legiones de cruzados. Bajo Constantino el Grande formó parte del imperio de Bizancio, y con excepción de unas décadas (al final del s. X en que la gobernaron los búlgaros), se mantuvo bajo el dominio bizantino. Hasta que en el s. XIV llegan los servios para instalar su gobierno en la ciudad de Trikka, no duraron mucho, en 1394 toda Grecia fue conquistada por los otomanos.
Mi alma cavilando en medio de la condensada niebla de la historia ha dado un respingo sobre el asiento. ¿Qué veo? ante mi desconcierto se levantan las montañas Meteoras como cíclopes a mi alrededor. Son extremadamente bizarras estas formaciones dolomíticas en medio de la llanura, tienen el poder de someter nuestro espíritu si las miramos de frente, oscuros gigantes acribillados de cuevas, torneados por la erosión de los vientos y de las lluvias a lo largo de millones de años. Los geólogos sostienen que aquí, en este valle en el que descendemos atarantados, elevando nuestros ojos hacia las cumbres meteóricas, hubo una vez un ancho río caudaloso.
Hemos dejado las maletas en el Hotel y salimos ansiosos a trepar la montaña para ver la puesta de sol. Todo es quietud aquí, cedros, cipreses y pinos, residencia de cornejas y lechuzas, ascendemos por el sendero sin pronunciar palabra, concentrados en el trinar de los pájaros. Al final de una curva descubrimos una cueva en la que han reconstruido un rústico habitáculo con palos y cañas, se accede a ella por una larga escalerilla de cuerda que el viento balancea, es una reproducción exacta de cómo fueron las cuevas habitadas por los anacoretas seguidores de San Antonio el egipcio. Este es uno de los pioneros del virtuoso camino de los renunciantes, en el siglo IV se fue a vivir (en perenne abstinencia) al desierto contiguo a la colonia griega de Alejandría, en el alto Egipto. Es quien inspiró todos esos espléndidos cuadros del Bosco, de Patinir y otros, titulados “las tentaciones de San Antonio”, al contemplar la martirizada vida que algunos elegidos de dios llevaron en estas minúsculas cuevas empiezo a comprender la esencia de dichas tentaciones, alucinaciones producidas no sólo por el severo ayuno sino también por la terrible soledad.
La pared del dolmen se inclina amenazante sobre nosotros…Ellos vinieron a buscar la serenidad de espíritu necesaria para alcanzar el paraíso, pero a mí el lugar me inspira un temor primitivo. Ciertos investigadores han hallado pruebas de que los primeros eremitas que subieron hasta aquí para instalarse en las cavidades de las rocas datan del s. IX. La etimología de Meteoro en griego antiguo significa “suspendido en el aire”, como parecen estar flotando entre cielo y tierra estas pétreas moles de formas caprichosas. Se me antojan tortugas o cabezas de animales pre diluvianos, otras se yerguen como orgullosas atalayas proyectando su sombra en la pared del dolmen vecino, sombras crepusculares desplazándose lentas como fantasmas. Imagino lo que debe de ser una tormenta eléctrica, tan comunes en este país, en este paraje estremecedor. No creo que hayamos sido creados para negar la existencia, sin lugar a dudas hay que tener una fe demencial en que la renuncia a la vida obtendrá la recompensa divina, para venir a enterrarse vivo en una de estas grutas.
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