Según la mitología Gea dio a luz a una criatura con cola de serpiente, apenas lo sostuvo entre sus brazos supo que sería el fundador de una nación, la diosa Tierra lo apodó Kékrops (“rostro-cola”). El pueblo de los pelasgos había llegado desde la llanura de Tesalia para instalarse en la península Atica, así fueron llamadas en general las tribus primitivas precedentes a la civilización helénica que poblaron la cuenca del Egeo durante el Neolítico, “los pelásgicos”. Kékrops, al casarse con Aglaura hija del rey Acteo, había heredado el trono de Atica, fue él quien fundó el Acrópolis sobre la meseta de la enorme colina rocosa cuya traducción es “ciudad en la cima”, dejando tras de sí la dinastía de los cecrópidas. Su reinado fue próspero y duró medio siglo durante el cual pudo legar a su pueblo grandes enseñanzas: a construir con madera, a cultivar la viña, a enterrar a los muertos, inventó los censos, fomentó la monogamia, fue el primero en reconocer la paternidad al establecer la institución del matrimonio y de la familia, dividió su territorio en doce provincias para gobernarlo mejor, y sobretodo instituyó el culto a Zeus supremo prohibiendo los sacrificios humanos vigentes y sustituyéndolos por ofrendas de tortas de cebada.
Tuvo un hijo que lo heredó, Erecteo, y una hija llamada Aglaura como su madre. En la contienda entre Atenea y Poseidón por obtener el patronazgo de la ciudad, Kekrops (o Cécrope) aparece como el juez supremo; mientras el dios marino clava su tridente en una roca haciendo brotar una fuente de agua dulce la diosa planta un olivo, el soberano decide otorgarle el premio a Atenea como protectora de la ciudad, lo que produjo en el dios de los océanos un ataque de celos que se manifestó en forma de tsunami sobre Atenas. En el lado norte de la Acrópolis hay una gran roca de la que brotó la fuente, allí aún se puede contemplar la huella del tridente de Poseidón, junto a ésta enterraron al legendario rey serpiente y a su hijo. Este maravilloso templo llamado el Erectión que aún podemos admirar junto al templo mayor dedicado a Atenea, fue construido por el arquitecto Filocles en mármol pantélico, en el siglo V AC, es célébre por el pórtico que mira hacia el sur, donde las hermosas Cariátedis guardan la tumba de Kékrops y de su hijo Erecteo.
Tan arcaica es esta parte de la historia de Atenas que muchos siglos después Platón - al registrar ciertas tradiciones sobre las civilizaciones de la cuenca del Egeo durante la Edad de Bronce que habían sobrevivido hasta su tiempo - nos habla de una leyenda traída por los pelásgicos sobre un misterioso continente llamado Atlántida.
Entre el 421 y el 406 AC los jónicos vieron la necesidad de restaurar el antiguo templo dedicado a Atenea que habían destruido las huestes persas durante las Guerras Médicas, y medio siglo después decidieron hacerlo en torno a la roca sagrada donde sobrevino la disputa entre Poseidón y Atenea, el “Erectión”, donde hasta ahora yacen enterrados los dos reyes míticos.
En cuanto a Aglaura, hija de Cécrope, Plutarco nos cuenta que Atenas se hallaba inmersa en una larga guerra que la tenía sitiada, el oráculo de Delfos había profetizado que el enemigo se retiraría si alguien se sacrificaba voluntariamente por el bien de la ciudad, la ninfa se arrojó entonces por el acantilado de la Acrópolis, en el lugar de su caída hay una enorme caverna llamada “el Aglaurión”. Allí los atenienses agradecidos le construyeron un templete y celebraron desde entonces festivales y misterios en su honor, allí los jóvenes prometían defender su patria y todo lo que era sagrado en su ciudad en una ceremonia en la que se les armaba como guerreros por primera vez. Es más que probable que en esa misma cueva se hayan celebrado rituales místicos desde épocas paleolíticas. Estamos en la ladera Este de la venerada roca, ahora vamos a rodear su base al pie del Partenón para dirigimos hacia la ladera Norte.
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