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¡Macedonia es griega! 2da parte

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La manifestación a la que he asistido hoy domingo 4 de febrero en Syndagma ha sido de tal magnitud que no puedo dejar de transmitir el impacto que me ha causado. Hacia las 10 de la mañana ya desfilaban ante la puerta de mi edificio los primeros manifestantes enarbolando sus banderas, o muchos también con la bandera colgada a guisa de capa sobre los hombros. Convocados por el espíritu patriótico han llegado miles desde las regiones más insólitas de Grecia, la fila de pulmans que los esperaba del lado de la costa era infinita. Pasado el mediodía llegué a la plaza mayor, un gigantesco estandarte azul con su cruz blanca y sus barras blancas horizontales imitando la espuma del mar flameaba  bajo el sol. Durante todo el día hemos podido ver un océano de banderas ondeando en cada barrio. También había otras, de un profundo azul como el mar Egeo, con el sol dorado de Alejandro Magno cuya cuna fue la cuestionada Macedonia.

No sé cuál será la declaración oficial acerca del número de participantes, pero a mí me pareció que había medio millón como mínimo. Como las estaciones de metro inmediatas habían sido cerradas, igualmente el tráfico cortado en todo el centro, la multitud llegaba a pie desde considerables distancias. No hay sentimiento que pueda motivar mayor emoción colectiva que el nacionalismo. Imagino que desde una vista aérea se habrá podido captar la imagen completa de una Atenas totalmente convulsionada, con una incontrolable muchedumbre colmando las avenidas y calles desde todos los puntos de la ciudad, una turba enardecida, concentrando su marcha hacia Syndagma. ¡El despliegue de la policía impresionante! Esta ciudad tiene un contingente de efectivos policiales estupendamente equipados. También hemos visto a ciertos grupos anarquistas protestando en contra de la manifestación del otro lado de la valla, aunque era obvio que casi nada podían hacer dada la abrumadora solidaridad con la causa patriótica.

Hay que penetrar en la historia para entender mejor lo que está sucediendo: Alejandro el Grande es el máximo representante del gran imperio que en su momento fue la Magna Grecia, en su época las principales metrópolis eran ciudades-estado independientes entre sí, como Atenas, Esparta o Makedonia, cuya capital fue el estratégico puerto de Thessaloniki (Salónica). En aquel entonces el estado de Macedonia perteneciente a la Liga griega era tan grande que abarcaba la frontera norte tras los Balcanes, pero a causa de ciertas guerras intestinas fue perdiendo territorio. Andando el tiempo llegó la conformación de la antigua Yugoeslavia, la cual integró a su República parte de la antigua Macedonia griega. Es cuando Yugoeslavia se desintegra en el siglo pasado en pequeñas Repúblicas: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Serbia, que nace el problema del nombre  Macedonia como país independiente. Recién en 1955 la ONU decidió nominarla como FYROM, pero el pueblo griego una vez más ha dicho ¡OXI! (¡OJI! ¡NO!), “el nombre de Makedonia nos pertenece, fue un estado griego, la lengua y la cultura de Alejandro era la griega, y no hubiese sido grande ni hubiese llegado hasta la India sin el ejército griego”. La consigna “¡Macedonia es griega!” (y Salónica sigue siendo su capital) coreada por cientos de miles de personas con verdadero fervor patriótico me puso la piel de gallina. En no sé cuántos kilómetros a la redonda se oía la voz del emocionado corazón de Grecia reclamando su derecho histórico, no podía evitar el sentimiento de estar participando en un acto decisivo, algo así como las batallas antiguas.

El problema trascendente sigue siendo el irreparable destrozo social consecuente a la endémica crisis que sufre este país. Los Estados Unidos  mantienen muy estrechos lazos de alianza con la vecina Bulgaria, por razones obvias les conviene afianzar sus relaciones con la Former Yugoslavian Republic Of Macedonia, tan cercana a Rusia. A cambio de apoyar su entrada en la OTAN y en la Unión Europea, y a cambio de apoyar la apropiación por parte del FYROM del prestigioso nombre de Macedonia, los americanos podrían obtener de este pequeño país estratégicos beneficios. Hoy más que nunca los griegos se han manifestado en contra de la injerencia externa. Aún puedo escuchar la poderosa voz del nonagenario Mikis Theodorakis clamando desde el pódium, y la voz del pueblo cantando a todo pulmón Axio Esti (“Sol de justicia”), la letra de esta canción del autor de Zorba el griego que dice “!no olvides tu país!”  

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