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Terremoto en chile a ver si aprendimos la leccion

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Espacio360.

Las comparaciones, entonces, no siempre son odiosas, sobre todo si sirven para evitar consecuencias mayores y funestas, y comprobar si hemos aprendido la lección:  que  ante un desboque furioso de la naturaleza, lo único que  funciona es la prevención y la organización.

La ola sísmica del martes fue sentida fuertemente también en el sur peruano, en Tacna, Ilo y Arequipa, donde se produjeron daños menores. Y, entre los fallecidos en Chile el martes figura un ciudadano peruano, lo que revela que tragedias como estas no distinguen fronteras.

El  terremoto de Chile fue  de 8,2 grados en la escala de Mercalli, en tanto que el de Pisco del 2007 llegó a 7,9 grados, dato fundamental teniendo en cuenta que, en dicha escala, cada grado representa un desfogue energético 30 veces mayor que el  grado anterior. Un sismo cercano a 8, según los científicos, sí  representa una liberación de energía; no así los temblores de menor magnitud que se dan de modo recurrente. Así las cosas, tenemos que esperar, organizados y prevenidos, un terremoto de grandes proporciones en nuestro país, donde el silencio sísmico es preocupante.

Quizá un factor providencial fue la hora en que ocurrió, en Chile ya entrada la noche cuando colegios y oficinas estaban cerradas,  lo que redujo el número de víctimas, pero aún así tenemos que preguntarnos lo que todavía nos falta para enfrentar fenómenos tan nefastos como estos. Chile y Perú están en una zona altamente sísmica, por lo que ambos tienen que estar preparados para enfrentar estos embates que no avisan cuando suceden.

En el terremoto del martes, las alarmas chilenas sonaron de inmediato y, dada la alerta de tsunami, se inició la evacuación de modo ordenado, en líneas generales. En Lima y el Callao, en tanto,  donde también se dio la alerta de tsunami, varios ciudadanos acudían irresponsablemente  al malecón para curiosear, en lugar de ponerse  a buen recaudo, sobre todo cuando ya habíamos sido alertados de la precaria situación de los acantilados, donde ya había habido desprendimiento de rocas.

Tenemos que mejorar la cultura de prevención, en lo que el Ministerio de Educación, Defensa Civil y las municipalidades deben aglutinar esfuerzos de modo urgente. Los simulacros de sismos tienen que ser tomados más en serio y convocar la mayor participación de ciudadanos, con sistemas de información, alerta y comunicación.

Luego, tiene que recordarse la ubicación de las zonas seguras, en las casas, edificios y ciudades; y lanzar campañas para que cada cual acondicione  su mochila de  emergencia y sepa qué hacer ante un terremoto. Y, ahora que insistimos en nuestro déficit de infraestructura, pues remarquemos la necesidad de cumplir las normas técnicas y fiscalizar exhaustivamente para que se utilicen las técnicas  y materiales adecuados en la construcción de carreteras y obras públicas y privadas.

Asimismo, es imperativo que la población sepa cuál es la autoridad a la que hay que escuchar en una situación de emergencia.  En el terremoto del 2010 en Concepción (también en Chile) se produjo algunos errores en el procesamiento de la alerta de tsunami, pero cuatro años después los frutos de la reconstrucción son evidentes, lo que no pasa en Pisco.

En casos como estos resulta fundamental la coordinación entre el Instituto Geofísico del Perú, la Marina de Guerra y, por supuesto, Defensa Civil y las municipalidades distritales y provinciales.

En este preocupante escenario sísmico, no caben la inacción ni la indiferencia. El lema aquél de que “Todos somos Defensa Civil” tiene que calar hondo y concretarse en acciones, sobre todo de educación, prevención y organización por parte de las autoridades nacionales, provinciales y distritales, que deben incluir decididamente a todos los ciudadanos. No esperemos que ocurra otro terremoto para llorar sobre la leche derramada.

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