Hay ciertas obsesiones de alcance universal; es decir, todos hemos pasado por alguna de ellas alguna vez (o por todas). Y no está mal admitirlo, pues somos humanos. Lo que sucede con ciertas manías es que muchos de nosotros tiene miedo de asumirlas, porque son raras, cochinas, y en cierta forma hasta frikis; pero qué importa, son realidades que todos hemos experimentado alguna vez. Si no has pasado por ninguna, seguro que luego de leer esta nota lo harás. Así como cuando te dijeron que no podías lamerte el codo y estuviste toda una semana intentándolo. Sí, así de obsesivos somos.
Ver la dentadura de las personas para juzgar su condición sociocultural.

Orinar en la ducha.

Consumir solo best sellers (como Paulo Coelho o J. K. Rowling) y disfrutar de la experiencia sin sentir culpa.

Sí, el hecho de leer ya merece un aplauso, pero hay que tratar de explorar un poco más allá de Harry Potter.
No escuchar lo que dice tu interlocutor en medio de una conversación por contar las sílabas de las frases que pronuncia.

Lamer cubitos de caldo.

Ser obsesivo con el orden de determinados espacios: repisas, cajones, closets.

Ver programas en la TV que no te hacen trabajar ni una sola neurona.

Ir a un lugar público y quedarte pegado a la TV. Por ejemplo, ir a tirar menu y pegarte con Amor Amor Amor (en volumen cero).

Coleccionar la discografía completa y original de Arjona, por poner un mal ejemplo.

Practicar Air Guitar cuando estas solo.

Cubrirse las palmas de las manos con goma, esperar a que se seque y concentrarse en arrancarla despacito de la piel.

Igual a la anterior, pero con cera.

Ponerle AJÍ a todo. Incluso a la sopa.

Arrancarte los padrastros con los dientes.

Haber leído Harry Potter en más de diez ocasiones; seguir intrigado con la trama.

Tomar decisiones luego de ver una película interesante.

Comer comida de perro.

Oler a la gente que pasa a tu lado.

Procurar que te toquen los pies.

Tocarle los pies a otros.

Al estrenar calcetines, retirar obsesivamente la pelusita acumulada entre los dedos... Y OLERLA.

Pasarse los dedos por la entrepierna y olerse los genitales.

Preocuparse de que el volumen de la televisión permanezca siempre en un número par.

Abrir y cerrar la refri una y otra vez aunque no haya nada de comida dentro.

Obsesionarse con tratar de ocultar obsesiones.

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