El término latino “baptizare” procede del verbo griego “βαπτíζω” (baptízo) que literalmente significa “ahogarse” - permitiendo así la resurrección del espíritu - y ya cinco siglos antes de nuestra era los helenos practicaban dicho rito de inmersión. Por otro lado tenemos en la antigua Roma la “lustratio” (lavar), ceremonia de purificación por aspersión de agua sobre la cabeza de la criatura, que al cabo de ocho días se aplicaba a todo recién nacido y durante la cual se le imponía oficialmente un nombre. Desde esa época el acto litúrgico heredado por la iglesia católica romana se mantiene casi intacto. En la biblia aparece repetidas veces la palabra “βαπτíζω” citando la sumersión de Jesús en el río Jordán, sin embargo este ritual no es exclusivo del cristianismo, desde mucho tiempo antes la purificación de los creyentes a través de la inmersión (sea en el mar, fuentes o ríos) fue una práctica asidua en diversos lugares. En el mundo antiguo hay dos realidades impuras que exigen una purificación lustral: el nacimiento y la muerte. En el primer caso, y de acuerdo a nuestra tradición, se trata de sanear al niño de cualquier influencia maligna que pueda haber intervenido durante el parto. Las formas del ritual pueden haber sido infinitas a lo ancho del planeta y a lo largo de la historia, pero invariablemente, en todas las culturas, está presente el agua como elemento purificador otorgándole un significado iniciático, así como también lo está el fuego.
La nave a media luz, el aroma del incienso y los inmensos lamparones colgantes colmados de velas siempre han ejercido un extraño poder sobre mi ánimo. Casi todos los templos de Atenas están dedicados a los santos, esta hermosa iglesia situada en el pintoresco barrio de Gazi nos cuenta en sus muros la historia de San Demetrio, patrón de Tesalónica, encarcelado y ejecutado por los soldados romanos. Los templos modernos ortodoxos copian fielmente el estilo de los santuarios bizantinos cuyo interior estaba en parte pintado y en parte recubierto de preciosos mosaicos, muchos han sido restaurados, la mayor parte de los paneles originales han desaparecido por causa de los incendios o durante el largo periodo de la invasión otomana, cuando las iglesias fueron convertidas en mezquitas.
Adentro la gente ya ha empezado a acomodarse, el niño debe de tener unos tres años, naturalmente se va a llamar Dimitris como su abuelo, su tío Panagiotis quien ha aceptado asumir la responsabilidad de ser el padrino lo tiene cargado entre sus brazos. Para oficiar este sacramento ha venido desde Lemnos - la isla natal de la familia materna - su tío abuelo que es “papas” (sacerdote), pero son dos los “papas” que recitan, escucho repetir tres veces un ensalmo para alejar la presencia de Satán, entonan cantos litúrgicos y los presenten responden al kirie eleison. Ahora han desnudado a la criatura e introducen su pequeño cuerpo por entero en la pila, escucho el indescriptible llanto que todos lanzamos hacia el cielo a la hora de nacer, pues es exactamente lo que significa este ritual: un segundo nacimiento. Cuando su tío lo recibe de manos del sacerdote y lo envuelve en un lienzo blanco para entregárselo a su madre, ésta se inclina agradecida ante el padrino al recibir beatificado a su hijo.
A la salida de la iglesia todo es alegría, hay un kiosquito para ofrecernos agua y helados, porque tenemos 42° a la sombra. La cantidad de asistentes es abrumadora, hacemos la larga cola para darle nuestras bendiciones, yo exclamo lo más fuerte que puedo el “! νασαζησει!” (¡nasazisi!), fotos y besos. Hoy es mi día de suerte, me ha tocado compartir con Dinos y una amiga el coche con aire acondicionado de mi amigo Panagiotis, por fin llegamos a la terraza de un regio restaurante en donde la familia Avramópoulous ha dispuesto largas mesas bajo las enramadas. Los abuelos Dimitri y Nitsa nos dan la bienvenida rebosantes de felicidad, se escucha música local pero con tantos invitados predominan las risas. Qué banquete, toda la gastronomía griega con su vinito blanco helado ¡y en qué buena compañía! Creo que a mí también me han bautizado en esta soleada mañana, siento muy cerca al mío el corazón de una típica familia griega, que de alguna forma ya ha adoptado a esta recién llegada.
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