Llegar a los 18 es, para la mayoría, una señal de que alcanzamos la mayoría de edad. Sin embargo, para Canal N significa hacer un alto en el camino para confirmar que nació con el sino de una prematura adultez –de lo cual fui testigo muy cercano--, al convertirse en factor clave en la crítica coyuntura de caída de la dictadura y recuperación de la democracia. Somos grandes, aunque nos queda aún un largo camino por recorrer.
En 1999 el mundo era otro, y el Perú también. Asistíamos a la descomposición política y moral, con gravísimas repercusiones económicas y sociales, de un régimen casi dictatorial, que controlaba los poderes públicos y había comprado, con kilos de dólares como si fueran cualquier mercancía, las líneas editoriales de varios medios de comunicación, a propietarios o gestores
Fueron pocos los medios que se resistieron a aquel durísimo embate de quienes se resistían a dejar el poder, y que para ello echaron mano de la caja fiscal, pero también de cualquier instrumento que les proveía el poder: presiones tributarias, acoso judicial, amenazas directas, etc. Y fue en esa coyuntura que se nos ocurrió fundar Canal N, un canal de noticias 24 horas… ¡en tiempos de dictadura!
El reto era enorme, pero lo asumimos. Nos decían que era imposible, que estábamos pensando que “los chanchos vuelan”. Sin embargo, fieles a nuestro estilo de innovar y emprender, y a nuestra responsabilidad con el país, nada nos detuvo y nos lanzamos a fundar la empresa.
Y la respuesta de la gente fue inmediata: ¡Tener un canal libre era una buena idea! Canal N fue desde sus inicios como una brisa de aire fresco, de periodismo riguroso con estilo ágil y desenfadado, en tiempos de borrasca, corrupción y seudo censura. Tecnológicamente, fuimos de los primeros que promovimos un canal de avanzada, digital y no lineal, con videorreporteros.
Al poco tiempo de nacer la realidad nos puso a prueba. Nos ofrecen los famosos ‘vlavideos’ que, grabados por el propio Montesinos quizá para fines de chantaje, desenmascaraban los métodos oscuros y la entraña corruptora y con vocación de entornillamiento de un régimen que se negaba a dejar el poder. El problema era que esos videos estaban en venta, lo cual confrontaba los Principios Rectores de nuestra organización. Pero, desde el primer momento, por la trascendencia del contenido, dejé en claro que estaba dispuesto a transmitirlos. Fue entonces que apareció un empresario peruano que expresó su voluntad de colaborar con la democracia y los compró por 100 mil dólares para que nosotros los difundiéramos.
Fueron momentos muy difíciles. Viajé a Europa para alertar al mundo entero y evitar que decapiten el canal, pues no sabíamos lo que iba a pasar cuando transmitiésemos el famoso video de Montesinos ‘comprando’ al entonces congresista Alberto Kouri para que se plegase a la mayoría fujimorista. Nos decían algunos que lo más probable era que nos cerraran.
Y se difundió el video. Día inolvidable para el Perú que ansiaba retomar la ruta democrática, para el canal que tuvo el coraje de jugársela por el país, y para mí también como parte de un grupo humano que estaba convencido de que las cosas no podían continuar así, y que había que poner el hombro para propiciar un cambio urgente.
No nos clausuraron. Por contraste, lo que no imaginamos fue la velocidad en que iban a desarrollarse los acontecimientos. Fueron horas de ver peruanos atemorizados, pero también indignados y hastiados de la corrupción y el abuso, y que presionaron para poner fin al régimen oscuro.
Recordar esto es necesario. Las nuevas generaciones, que no han sufrido en carne propio ni el terrorismo ni la dictadura, tienen que conocer los entretelones de esos años para poder apreciar, hoy, el valor de vivir en libertad. Como lo prueban Canal N y los otros medios de comunicación que se resistieron a los billetes y las presiones judiciales del régimen autocrático, la autonomía e independencia de la prensa es condición absoluta y necesaria para el sostenimiento del Estado de Derecho y la democracia.
Lo primero que hacen los dictadores (Cuba, Venezuela y otros) es suprimir, reprimir o amenazar a la prensa libre, para que los ciudadanos no se enteren de los abusos que cometen. Y lo primero que hacen los demócratas (como Fernando Belaunde, en 1980) fue restituir la propiedad de los medios confiscados y la libertad de expresión.
Pasados 18 años me satisface ver a Canal N creciendo e innovando. Quedan aún muchos capítulos por desarrollar, pero de momento el mejor homenaje que se le puede hacer es --desde las esferas del poder, sobre todo del Congreso donde se han presentado absurdos e inconstitucionales proyectos- respetar de modo irrestricto las libertades de expresión y opinión en el país, así como la autonomía y pluralismo de los medios de comunicación. Sin prensa libre no hay democracia.
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