La esencia de los sueños es la incoherencia, yo creo que Calderón de la Barca dio en el clavo cuando tituló su obra de teatro « La vida es sueño », porque a veces pareciese que se muestra de un desatino absoluto. Mas no es así, voy a retractarme : la mayor parte de las veces la escena vivida representa un determinado efecto que nosotros mismos hemos causado. Es el hombre que se comporta como en los sueños, la vida sigue fluyendo inocente, al margen de nuestros actos o espectativas, que son con frecuencia bastante descabellados.
Mientras dormimos nos desconectamos de la realidad, cuando entramos en las profundidades de la fase REM es cuando recién soñamos ; los últimos estudios científicos respecto al tema han probado que en un altísimo porcentaje nuestros sueños son (ademas de insensatos) bastantes « malos ». Así que me atrevo a decir que es como si la mente nocturna trabajase para la baja policía, desechando todo lo negativo. Especulo que esta fase del sueño profundo viene a ser como las heces de los pensamientos y emociones que han transcurrido por nuestro cerebro durante el día ; lo que no nos es provechoso nos resulta tóxico, por lo tanto la mente se deshace de estos restos nocivos proyectándolos como retazos de una inverosimil película, únicamente imágenes discontinuas que simbolizan los despojos de nuestra « digestión cerebral ».
Sin embargo, tampoco es exactamente así, digamos que el sentido de nuestros sueños es totalmente ambiguo, porque no todos los sueños son malos. Aunque la mayoría sí que lo son, pero no todos son absurdos, a veces son espléndidos, incluso soñamos que nadamos y volamos.
Cuando despertamos no podemos acordarnos sino de un mínimo porcentaje de las imágenes soñadas, o bien cero recuerdos. Además siempre erramos al pretender interpretarlas, porque toda interpretación es superflua. Lo que interesa es intuir cuál es el mecanismo que utiliza nuestro cerebro, es decir la esencia del sueño, y no perder el tiempo haciendo predicciones y otras psicológicas elucidaciones en torno a las disparatadas imagenes oníricas. Es exclusivamente gracias a esta imprescindible desconexión con el mundo « real », a esta especie de demencia que experimentamos todas las noches ( y que nuestra memoria sabiamente nos oculta al abrir los ojos), es curiosamente gracias a este misterioso reciclaje de lo abstracto que conseguimos reparar nuestra cordura cada mañana.
Por otro lado también es cierto que no sólo el individuo en su diurna « cordura » se comporta con demasiada frecuencia de manera irracional, las manifestaciones populares nos sorprenden igualmente por su carácter absurdo. ¿Cómo comprender por ejemplo que en la India durante una ceremonia matrimonial nadie ríe, ni canta, ni bebe alcohol, ni baila ? Aunque felizmente comen, pero todo sucede de manera tan excesivamente solemne que invita a la indigestión. Mientras que cuando sale un cortejo fúnebre hacia el campo crematorio el vecindario entero se suma a la comitiva, reventando cohetes y luces de bengala, bailando y gritando como poseídos, todos drogados con hemp y embriagados con licor de palmera. Ellos dicen que el muerto ha pasado a mejor vida, parece que no consideran lo mismo cuando se casan.
El islám prohibe la mentira, y de modo sumamente estricto durante el mes del Ramadán, no obstante, a pesar de la observancia religiosa del ayuno en este periodo, algún que otro bribón se ha atrevido a decirme con expresión seria que « no puede mentir hasta que se ponga el sol ». En la antigüa China fajaban los pies de las niñas de la corte para que no se desarrollen, porque un pie femenino tenía que ser pequeño según el gusto de la época. Y así podría ennumerar miles de ejemplos en los que la insensatez de todas las comunidades de la tierra, independientemente de la clase social, situación geográfica, o época a la que pertenezcan, en ciertos aspectos han y siguen actuando con absoluta insensatez. La mejor prueba de ello son los extendidos fanatismos religiosos o políticos, que ineludiblemente desembocan en guerras. Y ya ni para qué comentar las actitudes no grupales sino las del individuo, especialmente en relación a su entorno más cercano.
De lo cual podríamos deducir que la absurdidad de los sueños es tanta como la que hemos demostrado hasta ahora en nuestra trayectoria como especie, que habiendo recibido la bendición divina, en lugar de avanzar hacia la gloria caminamos hacia atrás como el cangrejo entre las inmundicias varadas por el mar sobre la orilla. Con todo lo que ha sucedido en este mundo y sigue sucediendo, nadie debería dejar de considerar esta declaración.
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